domingo, 23 de febrero de 2014

MUERTE DE ENRIQUE MÉLIDA (VALLE-INCLÁN)


 
   Durante su breve estancia en México, en 1892, Valle-Inclán trabajó como redactor en "El Universal". En este diario publicó, con fecha 25 de mayo de 1892, un artículo en memoria de Enrique Mélida en el que hacía una breve referencia a su cuadro “¡Se aguó la fiesta!”

   114 años más tarde, y procedente de México (¡curiosa coincidencia!), se subastó en la Sala Durán de Madrid un cuadro de Enrique Mélida idéntico a “¡Se aguó la fiesta!”, desaparecido en 1946 en un misterioso incendio en el Ministerio de Marina. El actual propietario de este cuadro, el Sr. Arturo Mélida Vilches, afirma tener pruebas que demostrarían que el cuadro subastado es el que se daba por desaparecido.

   Reproduzco a continuación el artículo de Valle-Inclán publicado en "El Universal".
 
 
 


Ramón María del Valle-Inclán





La pintura española.- Las dos escuelas.- Murillo y Goya.- Santos y majos.- Tendencia vieja.- Los cuadros de casacón.- Enrique Mélida.- Sus cuadros.- La herencia de su hija.



   Hay en la pintura española dos escuelas que casi pueden llamarse regionales.

   La "sevillana", que brotó del pincel de oro de Murillo, al comenzar el siglo XVI, y la madrileña de la que fue prez y principal ornato D. Francisco Goya, el pintor de "La majeza de Lavapiés", el compadre de "Pepe Illo", el querido de la manola "Salea", la más garruda moza, que por aquellos años, ya luengos, vieron y requebraron los "pisaverdes y covachuelistas" de la villa y corte.

   La escuela de Murillo apenas tiene hoy imitadores: el espíritu místico huyó a otras regiones.- Bourget dice que a Rusia- espantado de decadentismo y sequedad de los tiempos actuales que han hecho de la raza latina, de aquella raza que en la edad media se sintió hondamente estremecida con los terrores nerviosos del milenario, una raza de hombres sin ideales y sin fe.

   Verdad que ahora empieza a iniciarse en Francia algo así como una vuelta a lo antiguo, tendencia nueva, de la cual en España apenas hay noticia, y de que allende el Pirineo son apóstoles; bien que cada uno por modo muy diverso; Pablo Gibiet y el notabilísimo Paladán, autor del "Vicio Supremo", el único volumen de la biblioteca de Bavey d`Oreville, pues como es sabido este original escritor quemaba los libros después de leerlos.

   Murillo es un inspirado que tuvo la visión del cielo, y ni antes ni después de él hubo pintor alguno en el mundo que supiese iluminar el lienzo con aquellos místicos rompimientos de gloria que, irradiando rodeaban con una áurea penumbra la artística cabeza del pintor sevillano.

   Para pertenecer a esta escuela no basta tener sentido del color y de la línea, es menester también un temperamento sensitivo, idealizador y autosugestionable reforzado por una fe muy viva, y aún cuando sea muy de lamentar, los vientos que reinan no son los más propicios a la barca de "Petrus".

   En cambio, la escuela madrileña, fundada por Goya, conserva incólume su tradicional "manera" popular y manolesca, y tiene cultivadores de indiscutible mérito. Quizá consiste esto, en que los españoles que perdimos el misticismo heredado de Roma, conservamos vivo el amor a la guitarra y los toros transmitido con la sangre mora.

   Enrique Mélida - cuya muerte nos transmite hoy el telégrafo - era uno de los primeros cultivadores de esta escuela, que no sé por qué extraña semejanza me recuerda el "Sombrero de tres picos" de Alarcón; quizá porque las figuras de los cuadros de Mélida, son figuras de casacón y basquiña, como las del "Corregidor y Doña Frasquita".

   Mélida, era un enamorado del siglo del peluquín y la chupa, siglo muy coquetón, y "donjuanista", que cuenta entre sus "amateurs" a Edmundo Goncourt y a mi ilustre paisana la Sra. Pardo Bazán.

   Enrique Mélida nació en Madrid, y fue discípulo de D. José Méndez, pintor muy mediano. En un principio dedicóse a la carrera del derecho, y hasta creo que fue empleado en el Tribunal de Cuentas. Pronto comprendió que esta carrera no era de su gusto, y dejó de "ilustrar" expedientes; pues es de advertir que cuantos llegaban a su mesa, los iluminaba a manera de "códices".

   Trocada la pluma del oficinista, por la paleta del pintor, fueron muchos y de mérito los cuadros que produjo. Entusiasta de los artistas españoles, los estudió muy a fondo, escribiendo por entonces notables artículos de crítica artística, que le valieron elogios de Balart y Luis Alfonso.

   De todos los cuadros de Mélida, ninguno tan notable como el que lleva por título "Se aguó la fiesta". Es de ver la gracia de aquella merienda en el campo, interrumpida por la repentina aparición de un toro "bragao" que se detiene a corta distancia mirando con ojos escarnizados y foscos el grupo alborotado y conmovido de los majos y de las manolas que un momento antes tan alegre y amigablemente departían.

   Mélida dedicóse también a otros géneros. En la Exposición de París de 1864 obtuvo premio por su cuadro "El verdugo y la víctima", y en la nacional de 1866 presentó "Santa Clotilde sorprendida por su padre" y una cabeza de estudio, que llamó grandemente la atención por su "factura" avelazcada. Este año los asistentes a la Exposición parisién, pudieron admirar su obra maestra, "La niña perdida". Cuando ya su autor estaba muy enfermo, cuentan que fue a visitarlo Agustín Bannat - uno de sus mayores amigos y admiradores.

- ¡Ánimo, maestro! - le dijo al entrar.

- "La niña perdida" gusta a los jurados; el Estado quiere comprarlo.

- Bueno - contestó el ilustre enfermo - será la herencia de mi hija....

   Ha muerto sin saber que el ministro de "Bellas Artes" mudó de criterio. La hija de Mélida no tendrá herencia.

   ¡Pobre niña, y pobre artista!
 
                                                                                             Valle-Inclán
 
 
 
 
 
“La niña perdida” de Enrique Mélida. Reproducción publicada en 1892 en la revista "La Ilustración". Este fue uno de los últimos cuadros pintados por el autor.
 
 
 
 
 
 
 
 

domingo, 9 de febrero de 2014

MISTERIO EN EL MINISTERIO

EN BUSCA DEL CUADRO PERDIDO

Cuando se daba por perdido el cuadro ¡Se aguó la fiesta! de Enrique Mélida, una contribución a este blog (fechada el 15 de diciembre de 2013) del Sr. Arturo Mélida Vilches (descendiente directo de Enrique Mélida) nos informa  que este cuadro todavía existe y está en su poder.

El cuadro ¡Se aguó la fiesta! fue comprado por mí en Subastas Durán. Tengo una ficha del Museo del Prado en donde informa que el cuadro estaba en el Ministerio de la Marina y que se quemó en diciembre de 1946, según carta del ayudante del ministro. Subrayo lo de según carta del ayudante. Yo tenía otra información familiar: el cuadro no se quemó sino que se lo llevaron a México. Cual fue mi sorpresa cuando vi que en el marco del cuadro pone "hecho en México"; lo habían enmarcado en México.

Personal de El Prado vieron el cuadro y confirmaron la autenticidad de la firma de Enrique Mélida pero me informaron que era una copia del propio autor pues el cuadro, según la ficha, salió ardiendo. Tengo además un modelino, un boceto finalizado, del propio cuadro que compré en Austria y que lo pongo a vuestra disposición.

En definitiva, no es cierto que sea otra versión sino el original o una copia exacta del cuadro pues, si comparamos el cuadro con el modelino o con las fotos que tiene El Prado, coincide en todo.  Arturo Mélida Vilches
 
Modelino del cuadro ¡Se aguó la fiesta! subastado en Austria bajo el título de Aufforderung zum Kampf (invitación a la lucha) 
 
El lote 215 de la subasta extraordinaria de las navidades del 2005 en la Sala Durán de Madrid era un cuadro que tenía por título "Un invitado inesperado". Según el catálogo de la subasta, en el ángulo inferior derecho figuraba la firma de E. Mélida y estaba fechado en 1876.
 

Ante estos hechos surge una pregunta: El cuadro subastado, ¿era una copia o, como defiende el Sr. Mélida Vilches, es el original del famoso cuadro?

No tenemos elementos para responder a esta pregunta pero aportaremos algunos datos para que el lector pueda sacar sus propias conclusiones.


DESAPARICIÓN DE LOS CUADROS DEL MUSEO DEL PRADO


La historia nos demuestra que no siempre los responsables de la desaparición de obras de arte son delincuentes habituales. En ocasiones están implicados los mismos responsables de su custodia.


Históricamente en el Museo del Prado han desaparecido obras de arte de forma fraudulenta.

 
El Museo del Prado cuenta con una colección formada por unas 7.600 pinturas, 1.000 esculturas, 3.000 estampas y 6.400 dibujos. De todas estas obras unas 3.100, por falta de espacio en el Museo, están depositadas en otras instituciones. Son estos lugares los más propicios a que las obras desaparezcan.


EL INCENDIO DE LAS SALESAS

En 1915 se produjo un incendio en la sede del Tribunal Supremo situado en los terrenos del antiguo Convento de la Visitación de Nuestra Señora de Madrid, también llamado Convento de las Salesas Reales.
 
Sede del Tribunal Supremo en Madrid (Las Salesas)

En el incendio de Las Salesas también se dieron por quemadas 51 pinturas de las 106 que el Museo del Prado tenía depositadas en dicho edificio. Nada mejor que consultar la prensa de aquella época para describir el caos que se originó durante ese incendio.

Desorden y pánico.

Quisiéramos hacer al público un relato de lo que en las calles que rodean al edificio de las Salesas ocurrió en los primeros momentos; pero es un intento difícil.

Oficiales del Ejército, jefes de Estado Mayor y de la Guardia Civil, jefes de la Dirección de Seguridad, sacerdotes de la iglesia de Santa Bárbara, periodistas, vecinos de las casas próximas, todos, presas de emoción consiguiente, daban órdenes, acudían por las escalerillas al edificio incendiado, cargaban con documentos y papeles, corrían en todas direcciones, daban avisos por teléfono y se afanaban por comunicar el siniestro para traer auxilios y procurar salvar lo que se pudiese.

Cuando llegaron los bomberos, la confusión era enorme, y era tan imponente el fuego, que no se decidían a empezar por ninguna parte la extinción.

Tampoco se podía contener al público. Cada cual acampaba por sus respetos. Cientos de personas entraban y salían del edificio. Fue un trabajo imposible enchufar las mangas que empezaron a arrojar enorme cantidad de agua; pero no cortaba el fuego...

¿De qué autor es el cuadro?

Varios sacerdotes, cuando se hacía el salvamento de objetos pedían con gran interés se descolgase un gran cuadro que hay en el altar mayor. Otros se negaban a que el cuadro fuera descolgado. Unos y otros aseguraban que dicho cuadro era una joya; pero nadie supo decirnos de qué autor era.  La Correspondencia de España.  5 mayo 1915
 
Incendio del Tribunal Supremo (Las Salesas) en 1915

En 1994, 79 años después del incendio de las Salesas, apareció en la sala de subastas Durán de Madrid la obra Abraham y los tres ángeles, de Juan Antonio de Frías y Escalante, que se había dado por perdida en el incendio de Las Salesas.
Abraham y los tres ángeles del pintor Juan Antonio Frías y Escalante.

Aunque en un primer momento el propietario de la Sala Durán negó que se tratara de un cuadro robado, los expertos demostraron que se trataba de uno de los cuadros desaparecidos, por lo que fue incautado por la policía. Según el diario ABC:

El director de la casa de subastas, Fernando Durán, confirmó a ABC que la Policía intervino cautelarmente el lienzo anoche, pero en ningún momento se han puesto en contacto con él los responsables del museo. En su opinión, <<no se trata del cuadro desaparecido . Al parecer se cita un cuadro de esas características en un catálogo sobre los fondos del Prado de un tal Pradera, pero este libro no tiene un carácter oficial. Ya veremos lo que dice el Prado. >>  ABC. 13 de Diciembre de 1994.

Otra obra que también se daba por perdida en el incendio de Las Salesas, El rey godo Alarico de Carlos María Esquivel, también reapareció en el año 2003 en los almacenes del Museo de Segovia.
 
El rey godo Alarico, Carlos María Esquivel

Pero no siempre los cuadros del Museo del Prado han desaparecido durante el caos que acompaña a un incendio; en ocasiones han sido sustraídos de forma deliberada.

En 1980 reapareció en una sala de subastas el cuadro El arco del rey Casto, de José Uría, que era propiedad del Museo del Prado y se daba por desaparecido del Gobierno Civil de Barcelona desde 1954.
 
El arco del rey Casto, José Uría

La desaparición de obras de arte propiedad de entidades públicas no sólo es cosa del pasado. Recientemente también se ha denunciado la desaparición de 200 obras de arte del Ayuntamiento de Madrid, entre las que destaca el cuadro Cibeles Láctea de Antonio de Felipe.
 
Cibeles Láctea, Antonio de Felipe


DESAPARICIÓN DE ¡SE AGUÓ LA FIESTA! EN EL MINISTERIO DE MARINA


 Fotografía del cuadro ¡Se aguó la fiesta! de Enrique Mélida cuando estaba expuesto en el Museo de Arte Moderno de Madrid. (Archivo Moreno)

El cuadro ¡Se aguó la fiesta! de Enrique Mélida fue reproducido en numerosas revistas, tarjetas postales, jarrones, abanicos e incluso fue representado teatralmente en plazas de toros de Madrid. Aunque actualmente no es muy conocido, este cuadro fue muy famoso en su época, como lo demuestra un comentario del crítico de arte Martín Ávila en el diario ABC.

Maestro en este arbitrio fue Enrique Mélida. Uno solo de sus cuadros, ¡Se aguó la fiesta! ha sido en España, y lo es aún, más popular que Las Meninas y mucho más que El entierro del señor de Orgaz, y, por lo menos, tanto como la más popular obra mística de Murillo. ¡Se aguó la fiesta! es aquel cuadro en que un bravo toro, retinto en negro y corniapretado, se planta amenazador ante un grupo de chisperos que comen regocijados en pleno campo. Martín Ávila. ABC. 4 de febrero 1923.

No todas las personas relacionadas con esta obra opinan que el cuadro que se subastó en la Sala Durán sea el original. Según nos cuenta el Sr. Mélida Vilches, personal del Museo del Prado confirmó la autenticidad de la firma de Enrique Mélida, pero aseguraron que se trataba de una copia. En la página web del Museo Carmen Thyssen de Málaga el Sr. Carlos G. Navarro, especialista en pintura del siglo XIX del Museo Nacional del Prado, escribe:

... ¡Se aguó la fiesta! de Enrique Mélida, obra desaparecida de la colección del Prado que recibió una segunda medalla en la Exposición Nacional de 1876, y cuyo verdadero éxito popular lo atestiguan la multitud de copias y versiones que aparecen de ella con cierta frecuencia en el mercado de arte español. Carlos G. Navarro

Por otra parte, la Sra. Victoria Mélida Ardura afirmaba en la revista Madrid histórico que el cuadro en posesión de su primo es una copia.

Esta obra está desde hace tiempo en paradero desconocido, pero sí existe actualmente una copia de esta pintura firmada por Enrique Mélida en 1876, propiedad de Arturo Mélida Vilches, descendiente del pintor. Victoria Mélida Ardura. Madrid histórico. Enero 2013.

No será fácil descubrir la verdadera historia de este cuadro. No soy experto en el tema ni tengo datos fehacientes para afirmar si el cuadro se quemó o no. Sería de gran ayuda saber cómo llegó este cuadro a Méjico y cómo regresó a España; parte de esta información la tiene la sala Durán de Madrid.

¡Se aguó la fiesta! desapareció en un momento muy convulso de la historia de España. Según la información que nos facilita el Sr. Arturo Mélida Vilches, el Museo del Prado le informó que el cuadro se quemó en 1946, en un incendio en el Ministerio de Marina.

Debido a la censura que imperaba en la posguerra referente a todo lo que tenía relación con el ejército, no me ha sido posible encontrar en las hemerotecas referencias a dicho incendio.
 
Cuartel General de la Armada en el Paseo del Prado de Madrid.
En 1946 fue la sede del Ministerio de Marina

Ya hemos visto en el incendio de Las Salesas el caos que se puede producir en el transcurso de un incendio. Soldados, policías y otros ciudadanos trasladando obras de arte sin ningún tipo de control, por lo que no sería de extrañar que alguien aprovechara esos momentos de confusión para hacer desaparecer alguna de ellas.

Por otra parte, un pariente próximo del Sr. Mélida Vilches le había informado a éste, antes de adquirir el cuadro en la subasta Durán, que dicha obra no se había quemado en el incendio sino que se hallaba en Méjico. Esta información se ve reafirmada con el descubrimiento del Sr. Mélida Vilches de una inscripción en el reverso del marco de dicha obra, indicando que había sido fabricado en Méjico.

Finalmente, para añadir más credibilidad a la hipótesis de que se trata de la obra original y no de una copia, decir que el boceto original utilizado por Enrique Mélida para pintar el cuadro coincide con las características del cuadro subastado.


ELEMENTOS DE UNA NOVELA DE MISTERIO

De forma parecida a las novelas El código Da Vinci de Dan Brown y El maestro del Prado de Javier Sierra podríamos preguntarnos: ¿Qué misterio se oculta tras el toro de ¡Se aguó la fiesta!?

La historia de ¡Se aguó la fiesta! tiene muchos elementos que parecen haber sido extraídos de este tipo de novelas de misterio: los hechos transcurren en un museo importante como es el Prado, sus personajes son tan poderosos como un ministro de marina, intervienen reconocidos expertos de arte, las imágenes que reproduce el cuadro están cargadas de gran valor simbólico como es el caso del toro, en la parte posterior del marco se descubren anotaciones que podrían servir de pista para descubrir a los autores del robo, etc.
 

Cartel cerámico publicitario de las bodegas Orbaneja de Jerez, sito en la famosa taberna Los Gabrieles de Madrid desde principios del siglo XX.

Existen muchos indicios de que el cuadro ¡Se aguó la fiesta! sirvió de inspiración a Manolo Prieto para su famoso Toro de Osborne. Desde principios del siglo XX, en la taberna Los Gabrieles de Madrid, existe un cartel cerámico publicitario de las bodegas Orbaneja de Jerez que reproduce la imagen de un toro idéntico al Toro de Osborne. Así, a los ingredientes clásicos de una novela de misterio tendríamos que añadir que ese cuadro desaparecido fue el que inspiró la imagen más famosa de la Marca España.


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Poco después de haber publicado este post, recibí en la sección de comentarios un mensaje del Sr. Arturo Mélida Vilches que decía lo siguiente:
 
Quisiera añadir un dato más a lo que comentáis. Quien me informó que el cuadro estaba en México fue el padre de Victoria Mélida Ardura, Rafael Mélida Poch. Este señor era arquitecto del Ministerio de Obras Pública y tenía conocidos en el Ministerio de la Marina que le informaron del traslado del cuadro a México cuando él se interesó por el cuadro. Así me lo transmitió. Por otro lado tengo la ficha de El Prado sobre este cuadro y la información es algo ambigua: "el cuadro fue devuelto al Museo totalmente inservible a consecuencia de un incendio ocurrido en un Departamento, según carta del ayudante del Ministro dirigida al Director". Arturo Mélida Vilches
 
Por mi parte, me gustaría añadir que he consultado en internet acerca de Dn. Rafael Mélida Poch y he descubierto que este nieto del arqueólogo Dn. José Ramón Mélida Alinari, hermano de Enrique Mélida. Dn. Rafael participó como arquitecto del Servicio de la Comisaría de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional en la restauración  de numerosos edificios históricos españoles. Era, pues, una fuente de información muy fiable sobre todo lo que concernía a las obras de arte propiedad del Estado Español.

 
 





 

viernes, 7 de febrero de 2014

LA LETRA A


El hombre emplea la palabra hablada o escrita para expresar el significado de lo que desea trasmitir. Su lenguaje está lleno de símbolos pero también emplea con frecuencia signos o imágenes que no son estrictamente descriptivos...

Lo que llamamos “símbolo” es un término, un nombre o aun una pintura que puede ser conocido en la vida diaria aunque posea connotaciones específicas además de su significado corriente y obvio. Representa algo vago, desconocido u oculto para nosotros...

Así es que una palabra o una imagen es simbólica cuando representa algo más que su significado inmediato y obvio. Tiene un aspecto “inconsciente” más amplio que nunca está definido con precisión o completamente explicado. Ni se puede esperar definirlo o explicarlo. Cuando la mente explora el símbolo, se ve llevada a ideas que yacen más allá del alcance de la razón. Jung, C.G. El hombre y sus símbolos. Barcelona. Luis Caralt Editor. 1976.

Los símbolos están presentes en nuestro lenguaje. Cuando escribimos o pronunciamos el nombre de una persona o un objeto, sin ser conscientes de ello, utilizamos los símbolos que se han ido incorporando en el inconsciente colectivo humano generación tras generación.

Las letras de nuestro vocabulario son pequeños pictogramas con una gran carga simbólica, por lo que conocer su origen nos ayuda a conocernos un poco más. Me referiré en concreto a la letra “A”, por su relación con el toro.


LA LETRA "A"


La “A” ocupa un lugar destacado en nuestro vocabulario, no solo por ser la primera letra de nuestro alfabeto, sino por haberse originado a partir del dibujo de la cabeza de un toro (o un buey) con el valor simbólico que esta imagen tuvo en las antiguas culturas del Mediterráneo.

Para conocer su origen hemos de remontarnos al jeroglifo egipcio que representaba al dios Apis. Posteriormente, las lenguas semíticas utilizaron esta imagen del toro como grafema y fonema y, finalmente, los fenicios la transformaron en la letra A .

Evolución de la letra A desde los jeroglíficos egipcios hasta el abecedario moderno


LOS JEROGLIFICOS EGIPCIOS

Muchas de las letras de los alfabetos occidentales tienen su origen en los jeroglíficos egipcios.

La letra A se originó a partir del signo jeroglífico que representaba la cabeza del dios egipcio Apis. En la mitología egipcia Apis era al mismo tiempo un dios solar, funerario y de la fertilidad. Apis se representaba indistintamente con la forma de un toro (o buey) o bien con la de un hombre con cabeza de toro, ambos con un disco solar entre sus cuernos.

El dios egipcio Apis representado en forma de toro (o buey) solar.

El dios egipcio Apis representado como un humano con cabeza de toro

En Egipto, los primeros jeroglifos eran signos pictográficos que representaban los objetos y seres dibujados. Con el tiempo se fueron transformando en fonemas, es decir, a cada dibujo le correspondía el sonido con el que pronunciaban el objeto que representaba dicha imagen.

La Real Academia de la Lengua Española define fonema como “cada una de las unidades fonológicas mínimas que en el sistema de una lengua pueden oponerse a otras en contraste significativo; p. ej., las consonantes iniciales de pozo y gozo, mata y bata; las interiores de cala y cara; las finales de par y paz; las vocales de tan y ten, sal y sol, etc”. Mientras que grafema se define como “la unidad mínima e indivisible de la escritura de una lengua”.

Aunque no conocemos con certeza la fonética con la que en egipcio se pronunciaba Apis, posiblemente era un sonido muy parecido al de la vocal "A".

El hecho de que a cada una de las imágenes de un jeroglifo le correspondiera un fonema en ocasiones ha creado cierta confusión, ya que en diferentes épocas un mismo objeto ha sido denominado de diferente forma, correspondiéndole por ello una representación jeroglífica distinta.


EL ALFABETO PROTOSINAÍTICO



Durante el imperio egipcio el  Sinaí estaba habitado por pueblos semíticos, vasallos de los egipcios.

En el complejo de minas de turquesas de Serabit el-Jadim del Sinaí, en uno de los templos dedicados a la diosa Baalat, se descubrió una esfinge con jeroglifos egipcios y signos protosinaíticos
 
La escritura protosinaítica no utilizaba los signos pictográficos como fonemas sino como grafemas, por lo que actualmente se considera el alfabeto consonántico más antiguo conocido.

Esfinge de la diosa Baalat hallada en Serabit el-Jadim (Sinaí)
Los jeroglíficos egipcios en rojo y los signos protosinaíticos en azul.
El segundo empezando por la izquierda tiene la forma de la cabeza de un toro

Grafema de la escritura protosinaítica que representa la cabeza de un toro

 
 
 



Diversas estelas encontradas en el Sinaí con grafemas con la forma de la cabeza de un toro



EL ALFABETO FENICIO


ʾalp, ʾālep o aleph. La primera letra del alfabeto fenicio. Representa la cabeza de un toro ( o buey)

Como el protosinaítico, el fenicio también era una lengua semítica. Los fenicios expandieron su alfabeto por todo el Mediterráneo.

El alfabeto fenicio fue el primero en emplear las letras tal como las conocemos actualmente es decir, a cada letra dibujada (grafemas) le corresponde un sonido (fonema).

La primera letra del alfabeto fenicio era el dibujo que representaba esquemáticamente la cabeza de un toro.


GRECIA Y ROMA

El alfabeto griego y romano derivan, en su mayor parte, del fenicio. Como en fenicio, la primera letra de ambos alfabetos también representa el símbolo del toro pero, en esta ocasión, con la cabeza invertida, con los cuernos hacia abajo.
 

Letra A en el abecedario representado en un plato de cerámica griego




Evolución de las más importantes letras del alfabeto. Desde los jeroglifos egipcios hasta el romano. Obsérvese la evolución de la primera letra que representa la cabeza del toro